Después de tantos días de calor, de tanta baja presión, de tantos litros de agua... nos llegó el regalo del cielo.
Un regalo para nosotros, para las pobres plantas y los pobres animalitos que ya no sabían a donde refugiarse para que el sol no los calcinara.
Fue el placer más grande, despertarme a la madrugada con el sonido de la lluvia y sentir que por fin se respiraba aire fresco.
Hoy puedo decir que gracias a este regalo del cielo... dormí como un bebé.
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